jueves, 13 de mayo de 2010

Separaciones - Primera Parte

Los primeros 30 días pasaron sin derramamiento de sangre. Se venía, entonces, la primera separación. Estaba totalmente decidido. Eran tiempo de volver a terapia.
La sesión de "el regreso" fue en compañía de Vicente. Ahora tenía que ir sola. Eso significaba que, por primera vez, iba a dejar a mi bebé con alguien que no fuera su padre. La candidata era, por supuesto, mi madre.
Todo estuvo organizado milimétricamente: yo me quedaba con el auto, llevaba al gordo a lo de mamá, me tomaba el tren hasta Plaza Italia y en una hora y media estaba de vuelta. Total, a las 7 de la mañana estamos siempre arriba. Me daba el tiempo para bañarme, darle de comer, cambiarlo, subirnos al auto y hasta tomar un café con mi mamá antes de irme.
Pero no....ese martes, poer primera vez en 30 días, Vicente siguió de largo y, por supuesto, yo también. Y entonces, eso que yo venía deseando desde hace un mes: dormir un poco más, se convirtió en catástrofe.
Abrí un ojo a las 9 y cuando vi la hora en el despertador, salté de la cama, me cambié y sin bañarme le di de comer a Vicente y salimos disparados para lo de la abuela, que ya estaba esperándonos en la puerta. "Chau má, está todo en el bolso", le dije mientras corría a la estación y dejaba, por primera vez, a mi hijo.
Recién en la estación mientras esperaba el tren me di cuenta que no le había dado un beso, que no le había dado ninguna de todas las explicaciones que tenía pensadas desde el día anterior, y que por primera vez en muchos meses, estaba sola: sin niño, sin panza. Yo otra vez. La misma de antes. Y tan distinta.

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