martes, 8 de abril de 2014

Madrastras ¿eran las de antes?

Aunque suene un tanto desagradable hay que aceptar el título y llevarlo con honor. Soy madrastra de dos hijastros.
Y si bien ser madrastra no implica convidar a los pibes manzanas envenenadas, hacerles limpiar el living lleno de cenizas, ni abandonarlos en medio del bosque, también es verdad que el rol implica grandes desafíos, algún que otro conflicto, momentos de felicidad y otros de hastío y unas cuántas cosas más. Casi, casi, como ser mamá.

Comparto una nota del diario El Día de La Plata sobre las "madrastras con onda" (¿?) en la que di mi madrasteril opinión

http://www.eldia.com.ar/edis/20140405/Madrastras-onda-informaciongeneral1.htm

viernes, 14 de marzo de 2014

Tratado de celos fraternales. Tomo I

Si algo vengo aprendiendo en estos últimos meses es cómo, la llegada de un nuevo integrante de la familia puede convertir al integrante-hijo anterior en la manifestación más acabada de un "celoso".
Según las definiciones científicas más básicas, sentir celos es parte de la naturaleza humana y los celos son una respuesta emocional que buscar proteger lo que se quiere. "Los humanos aprecian, quieren y aman sus pertenencias, sus puestos de trabajo, sus amigos, sus parejas, etc., y la idea de perder ese vínculo o tan solo peligrar su existencia, los martiriza con este horrible sentimiento".

Siempre recuerdo la explicación de la analista de una amiga que me resultó mucho más clara que cualquier tratado psicoanalítico:

"Imaginése que usted llega a su casa y allí está su marido sentado en el sillón de siempre, abrazando a su amante. Imagine que se la presenta y le dice que a partir de ese momento ella va a vivir con ustedes, que van a compartir la pieza, la ropa, la comida. Pero, agrega, que él a usted la va a seguir queriendo igual que siempre".
Algo más o menos así es lo que sienten los chicos cuando llega un hermanito.

De solo imaginar mi propia reacción frente a una situación semejante creo que los abrazos apretujadores, los pellizcos disimulados, los "te odio" y "quiero que se muera" de Vicente frente a su hermano, son casi amorosos.

Dice Paul-Laurent Assoun en Lecciones psicoanalíticas sobre los celos (http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-208286-2012-11-22.html), que "el que experimenta celos siente un nudo en el estómago, provocado por la lucha cuerpo a cuerpo con ese otro que se desdobla, frente a quien siente simultáneamente hostilidad y una dolorosa cercanía. Pero, además, el celoso detesta al otro, al supuesto detentador mediante engañifas de su objeto, al que le infligió la herida. De hecho, la cólera se encuentra en el centro del afecto celoso".

Y acá sí que nos queda todo más claro ¿no? De qué manera para un nene de 4 años el "otro-hermano" es quien le provocó la herida y es factible de ser odiado. Y también, por supuesto, el "objeto amado -que en este caso vengo a ser yo- termina por ser detestado".

Todo esto solo para introducir algunas de las acciones y hechos que conforman la primera parte de este tratado de celos fraternales:




- Todo niño/a de entre 2 y 5 años con control de esfínteres resuelto, comenzará -con la llegada de su hermano- a piyarse encima (puede ser de noche o de día) reclamando cambio de vestuario y de sábanas.

- Todo niño/niña a quien "le nace un hermano" producirá diferentes variables de enfermedades: alergias, broncoespasmos, fiebres, anginas y cualquiera de sus variables, durante las primeras semanas post nacimiento.
- Todo niño/a con hermano/a nuevo/a desarrollará estrategias de lo más variadas para "necesitar" de su madre en el exacto momento en que ella esté dando la teta, cambiando un pañal, bañando al crío menor o simplemente aprovechando los escasos momentos de sueño de la criatura para dormir.
- Si empezaron las clases, no querrá ir al colegio. Ni a la plaza, ni a la casa de los abuelos. Ni a ningún lugar que implique dejar a solas al usurpador y a su madre.
- También el niño desarrollará un instinto materno-asesino. Es decir, arrancará por un sentimiento de ternura que lo llevará a querer besar, tocar, abrazar al hermano menor y que en cuestión de segundos se convertirá en un profundo deseo de pellizcar, arañar, morder o pegar al nuevo niño.
- Dependiendo de las características del sujeto y de su histrionismo, podrá desarrollar una variedad de frases y actitudes dignas de telenovela de Andrea del Boca, del estilo: "es que acá nadie me quiere", "todos quieren a Salvador y no a mí", "me voy a buscar otra casa y otros padres" o "le das pelota a Salvador  y a mí no".
- O su variante más dramática y culpógena de llorar en la mitad de la noche al grito de "necesito ayuda" "necesito un abrazo".
En fin, seguro que el tratado puede extenderse como biblia. Lo importante es resistir y en los momentos de calma o después de contar hasta 100, entender que todos los dichos, hechos y acciones aquí mencionadas son nada más que estrategias del niño en "legítima defensa" frente a sus intereses lesionados.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Primer mes: misión cumplida


Y pasó nomás. Pasó ese primer mes fatídico de puerperio, caos, sueño, vida de zombie, mucho pijama y poco maquillaje, poca salida y mucho desborde.
No quiere decir, de ningùn modo, que pasado el primer mes todo cambia mágicamente, ni mucho menos. Pero tengo la teoría de que las madres que sobreviven el primer mes sin matarse, matar al crío o a algún otro miembro de la familia, tienen altas probabilidades de superar el desafío y vivir una vida más o menos normal.

Es cierto también que con el segundo una está un poco más preparada o "avivada" de algunas cosas, un poco más relajada y con menos tiempo y posibilidades de hacer un drama por cualquier cosa. También es cierto que cuando tenés el segundo, es prorque, obviamente, tenés un primero. Y eso sí que puede generar altas dosis de malestar, agotamiento, instinto asesino y unas cuantas cosas más.

Creo que una de las cosas que aprendí -tarde porque no se volverá a repetir- es que aquellas amantes de la cesárea que te dicen que es una pavada y que no duele nada, son unas mentirosas o -nunca se sabe- unas masoquistas. El posoperatorio de la cesárea fue una de las peores cosas que me pasó en mucho tiempo. Por suerte, y como todo, eso también pasó. Sólo queda una cicatriz pequeña y una panza tan grande como el amor que siento por la criatura.

Pero si tuviera que decir que fue/es lo más tremendo de este segundo puerperio, afirmo sin lugar a dudas que ni el sueño, ni el cansancio, ni los dolores del entuerto, ni los pelos parados ni el pijama, pueden ser tan tremendos como la intensidad de los celos del hermano mayor.

Ya no corre tanto eso de dormís cuando duerme el bebé, porque seguro está el otro reclamando atención. Tampoco se cumplen esas bellas palabras e imágenes de la conexión madre-bebé en el momento de la teta, porque mientras lo hacés tenés al otro colgado de la cabeza, queriendo tocar al bebé, necesitando que le limpies el culo en el baño o cayéndose en el patio y desangrándose. 
 
Definitivamente el segundo puerperio pasará, como pasa todo. Costará, como el anterior y te hará desarrollar las más maravillosas habilidades de mujer pulpo en manos, cabeza y corazón, para hacer frente a las necesidades, reclamos y angustias de las criaturas. Todo eso para que, dentro de unos años, ambos terminen gastando fortunas en sesiones de terapia para superar que su mamá siempre prefirió al otro.

martes, 18 de febrero de 2014

Y 276 días después...

Noche de sábado. Lluvia tormentosa. Los cinco en casa (y el sexto queriendo salir).
Como suele ocurrir nunca nada es exactamente como una lo imagina o intenta programa. Muchos menos la llegada de un hijo.

Así que cuando parecía que el sábado estaba terminando y una vez más el mito de las tormentas y los nacimientos quedaría en mito, las contracciones empezaron a acechar con más ganas.
Spinetta hizo de banda sonora de las últimas horas de panza y mientras el resto de la casa funcionaba más o menos como de costumbre, me tiré en la cama a ver una seguidilla de documentales del Flaco que pasaba Encuentro a dos años de su muerte. Me los vi todos entre contracciones que se aceleraban.


Y justo cuando parecía que nada más iba a pasar rompí bolsa. ¿Y ahora qué hacemos? 

Arrancamos con los pasos de rigor:

- Llamado a la partera que hizo 15 mil preguntas acerca del tipo, frecuencia, duración y regularidad de las contracciones. Quedamos en volver a hablar en una hora y ahí comenzó el operativo ubicación de críos.

- Llamado a madre de los chicos más grandes para avisar que los llevábamos para allá. Auto sale raudamente en medio de la lluvia.

- Acto seguido y en medio de contracción y contracción cantar una a una todas las canciones posibles para que Vicente volviera a dormirse. Objetivo logrado.

- Llamado a mis viejos para que en medio de semejante tormenta de madrugada, se vinieran desde Villa del Parque para quedarse con Vicente. Pero aclarando que no se preocuparan, que tal vez nos mandaban de vuelta y que no le dijeran nada a nadie. 

- Finalmente, vuelta a llamar a la partera que, obviamente, dijo "y sí vénganse".

Y como con los hijos nada es como uno lo espera o lo programa, ese trabajo de parto que arrancaba super bien y muy parecido al anterior, no era tan parecido al anterior.

Después de más de tres horas de contracciones, con la bolsa rota pero sin dilatación y con Salvador que no bajaba, vinieron las caras de preocupación y las frases esas que empiezan con "mirá,....."
"Mirá" fue que algo estaba haciendo que el chico no bajara, que las pulsaciones estaban bajando y que había líquido con meconio y que entonces....

Así que arrancó la cesárea no programada y para nada esperada, que hizo que a las 6:08 de la mañana del domingo 9 de febrero, Salvador llegara finalmente a nuestras vidas con un hermoso grito de vida y tres vueltas de cordón enroscadas en el cuello.




sábado, 1 de febrero de 2014

Últimos días de panza o la "mejoría de la muerte"

Pasaron más de dos semanas de licencia, voy casi por las 39 de embarazo y el balance sigue siendo prometedor.
Sé que puedo sonar desamorada, desalmada y muchos otros “des”. Sé que este comentario puede ser tomado en mi contra por todas las "Laura Gutman" del universo, que podrán unirse para labrarme un acta y quitarme la tenencia de las criaturas. Pero así y todo debo decir que este estado tan energético, activo, divertido y feliz de los últimos días me hizo pensar en eso que llaman "la mejoría de la muerte".

A ver si me explico. Lo que se me viene en pocos días es el tan conocido "puerperio". Desde el punto de vista médico, es el período que se inicia inmediatamente después del parto y puede extenderse hasta los tres meses después del nacimiento del bebé. Es una etapa crítica para la mujer, que debe lidiar con un hijo recién nacido y los cambios hormonales que alteran su estado físico y psíquico. Dice Sebastiani, ginecólogo y obstetra del Hospital Italiano que, al expulsar la placenta, que es la que fabrica las hormonas durante el embarazo, se produce una crisis hormonal. "Es inmediato, se produce un bajón, desaparecen la progesterona y los estrógenos y esto incide mucho en el estado de ánimo de la mujer, porque las hormonas tiene mucho que ver con el humor".
Pero está claro que para quienes ya tuvimos algún hijo el puerperio es eso y mucho más. Esa manera tan elegante de describirlo probablemente no alcance para explicar la cantidad de sensaciones mezcladas, insoportables, de encierro, miedos, hartazgos y cantidad de etcéteras. Un post escrito meses después del nacimiento de Vicente me lo recuerda siempre: http://demadresyensambles.blogspot.com.ar/2010/05/hay-que-pasar-el-primer-mes.html.

Tal vez, el hecho de haber pasado ya por eso, de recordarlo cada tanto y de saber que el cuento de que el nacimiento de un hijo es la mejor etapa de la vida es puro verso, me tiene tan activa en esta última etapa. La segunda semana de licencia siguió el carril de las anteriores y con esa sensación de “vamos, vamos que se acaba el mundo”.
Y es esa sensación la que me llevó a pensar en eso que llaman la mejoría de la muerte. Es probable que suene exagerado, lo admito. Según dicen, la mejoría de la muerte es una “pseudomejora que se produce poco tiempo antes de que una persona moribunda, definitivamente, muera. Es muy engañosa y en muchos casos llega a desconcertar sobre todo a los allegados a esta persona o incluso a quienes la atienden, ya que consideran esta mejoría como una recuperación de un proceso agónico”.
Insisto, suena exagerado, pero yo creo que algo de eso hay en esta etapa previa al nacimiento en la que, aún con panza de más de 38 semanas, 47 históricos grados de sensación térmica, niño de 4 pegoteado, mimoso, mamero y escandaloso y no sé cuantas cosas más, mi “lista de licencia” logró superar aún mis propias expectativas:

- Vimos tres películas más. En casa, pero las vimos.
- Estamos terminando la segunda temporada de Breaking Bad, serie de la que hasta la última entrega de los Grammys no tenía más información que esos comentarios de los que siempre quedaba afuera. Ahora soy fan de Heisenberg.
- Siguen los cafés-almuerzos-cenas con amigas varias.
- Después de terminar dos libros empezados antes de la licencia, arranqué con uno de Alice Munro, que tenía pendiente desde que ganó el Nobel y me di cuenta de que nunca la había leído.
- Avancé rápidamente en nuevos proyectos laborales.
- Cociné. Sí, cociné.
- Y hasta contagié a mi marido que ya se ocupó de impermeabilizar él solito la terraza, comprar y poner estantes que faltaban desde que nos mudamos hace cuatro  años y un montón de cosas más.

Cuando hace unos días empezaron algunas contracciones y se encendió la alarma tuve -por un momento- una sensación de “bueno, vamos ya es hora”. Pero al instante siguiente recordé que todavía me faltaba volver a la peluquería, depilarme, comprarme “Una muchacha muy bella”, que también quedó pendiente y alguna otra cosa más. Y entonces pensé, “vamos Salvador, esperá un poco más, dame ese tiempo que todas sabemos, después desaparece”. De algún modo, reapareció esa idea de muerte. Una muerte mucho menos trágica, una muerte mentirosa, porque es provisoria, porque no deja del todo a nadie, porque también está llena de vida. Una muerte que puede ser hasta frívola, muerte de cines, de libros, de salida con marido o de café con amigas. Muerte de peluquerías y depilaciones, de sueños profundos y largos. Pequeña, sutil, silenciosa y disimulada pero a la que, para que no se instale para siempre, hay que prestarle mucha atención.


lunes, 20 de enero de 2014

Estado "licencia": balance semana uno

Si de balances se tratara, este es altamente positivo. Casi que ni yo puedo creerlo. De mi listita inicial ya puedo tachar varias cosas. Y, por supuesto, agregar nuevas.

Vamos a ver:


- Fui a la peluquería, me hice color, pies y manos (antes del nacimiento tendré que volver: las canas crecen a un ritmo más acelerado que el de los kilos)
- Tuve un encuentro con amigas (faltan varios más)
- Tuvimos salida solos con marido y aguanté estoica las 3 horas de película un viernes a las 22.30, sin dormirme ni hacerme pis.
- Arranqué (y acabo de terminar y entregar: ¡Síiiii!!!) el trabajo del posgrado. Eso es un poroto enorme. Casi que me podría dar por hecha y tirarme a dormir.
- Hice electro, análisis de sangre, ecografía, primer monitoreo, visita a la partera y varios etc. médicos. Todo esto continuará indefectiblemente durante un tiempo.
- Fui a yoga y a masajes (lo más top de todo, los masajes, deberían continuar al menos durante todo el año para que el balance 2014 sea altamante positivo)
- Dormí un par de siestas (este punto deberá ser seguido con insistencia durante todos los días que quedan, o casi todos).
- Empecé a preparar bolso, bolsito, moisés, cochecito, recuperar cosas del otro niño, buscar en bauleras y cajoneras y esas cosas.
- Terminé dos libros que tenía empezado. No voy a engañar al balance. Mi lista inicial decía leer dos libros enteros. Así que arrancaremos hoy mismo.
- Vamos por la segunda temporada de Breaking Bad (con un ritmo de padres sin hijos que me sorprende a mí misma) y tengo unas 4 películas para ver. Hoy, sale la primera.
- Y, como verán, estoy escribiendo en este blog. 

Como les decía, primera semana. Balance positivo.

sábado, 11 de enero de 2014

Viajes, planes y listas

En los últimos días no dejo de leer estados de Facebook y tuits de amigos y/o conocidos que comparten sus armado de valijas, planificaciones de viajes, cuentas regresivas, fotos en orillas bonaerenses o haciendo check-innes y cosas por el estilo.


Mi estado de 36 semanas obligó a un verano en Buenos Aires sin plan de viajes a la vista. Así que esta tarde, mientras intentaba dormir la siesta, decidí que para no amargarme haría mi propia lista de planes para mi licencia, que empieza en tres días.

Tal como cuando uno piensa vacaciones las expectativas son altas, demasiado creo. Vamos a ver cuánto de todo esto logro cumplir. Por ahora, me cae bien hacer la listita y jugar un poco a que yo también planifico el viaje. No les voy a subir fotos y comentarios de todo, pero sepan que la lista se viene tupida:

1- Ir a la peluquería. Hacerme color, pies, manos.
2- Buscar asiduamente a la criatura a la colonia.
3- Dormir largas siestas con Vicente.
4- Lavar (hacer lavar, por supuesto) las cortinas de la casa, las cosas del moisés, las sabanitas y todo eso que hay que hacer. Comprar un mueble para el baño, acomodar la pieza, etc., etc., etc. (el síndrome de anidamiento también me toca)
5- Caminar, al menos, 3 veces por semana, siempre que el verano me lo permita.
6- Leer, al menos, dos libros enteros, que probablemente sean los últimos dos en mucho tiempo.
7- Hacer, al menos, dos salidas solos con marido, que también serán probablemente las últimas dos en mucho tiempo.
8- Escribir y entregar el trabajo parcial de un posgrado virtual que estoy haciendo.
9- Escribir y alimentar, lo más que pueda, este blog.
10- Escribir cosas varias de proyectos varios.
11- Avanzar con la escritura del libro de familias ensambladas.
12- Desayunar, almorzar, merendar, cenar con amigas en horarios bien laborales.
13- Ir a yoga, a la psicóloga y esas cosas de la vida diaria.
14- Hacer todos los veinte mil estudios, monitores, autorizaciones y cosas médicas de las últimas semanas.
15- Y finalmente parir.

Seguramente, después necesitaré un descanso. Pero bueno, en definitiva, eso mismo me pasa todos los veranos cuando vuelvo de las vacaciones.