miércoles, 31 de julio de 2013

Esto es oficial

Llegamos a la semana 12. Y con tres meses de embarazo cumplidos, aquí van algunos de los post que permanecieron ocultos en estas últimas semanas.

Salir del clóset

Después de largas discusiones y negociaciones, llegamos a un acuerdo. Una vez hecha la nueva ecografía y con la semana 9 cumplida, podíamos salir del clóset con la noticia del embarazo, al menos entre los adultos de la familia y siempre con la condición de que la noticia no se dispersara en dos segundos y no llegara a los más pequeños.
De todas maneras el "cuándo" comunicárselo a los más chicos era también una discusión a saldar. Los que dicen que hay que esperar, los que dicen que es peor porque total ya lo saben de algún modo, entonces mejor confirmarles, etc. Bah, los que dicen. Siempre dicen.
Y ahí, de repente, vino a mi memoria de manera clara, clarísima, algo que había olvidado: el embarazo es una de esas situaciones casi universales en las que todos y todas (pero sobre todo, todas) las personas del universo creen o más bien están seguras de su derecho a opinar.
Así que obviamente, desde las abuelas y hasta la maestra del jardín, todo el mundo tuvo algo que decir o algo que opinar.
La más polémica de todas y con quien más me tuve que contener fue la psicopedagoga del jardín. En medio de una conversación por temas varios y tratando de dilucidar algunas cuestiones de los cambios de Vicente en los últimos días, le comentamos del embarazo y le aclaramos que aún el niño no lo sabía. Con su mejor cara de Dra. Columpio y después de mirarnos con ojos cuestionadores, nos dijo seriamente "¿y hay algún otro secreto en la familia?". Sí, estuve por decirle, soy la amante de Mangeri y lo ayudé a trasladar el cadáver. Pero me contuve. 
Bienvenida una vez más, me dije, al terrible mundo de la opinología sin filtro.
Sin embargo aquí estamos. Estoicos con la decisión, transitando la semana 11 y esperando ansiosamente a la próxima semana para, definitivamente, salir del closet.

El segundo no es lo mismo

Las dos rayitas fueron ya hace 15 días. Todavía no vi al obstetra pero está todo fríamente calculado. Hoy miércoles se cumplen las siete semanas, mañana jueves hacemos ecografía y después directo al obstetra. Todo cronometrado: 11.30 la eco, 12.15, doc. Di quinientas vueltas con los turnos, para que todo cerrara, Diego pudiera venir, Vicente estuviera en el jardín, etc., etc., etc.
Pero bueno, parece que después de 4 años, todavía no aprendí que los niños (afuera o adentro) son capaces de cambiar cualquier tipo de plan por más sesudamente organizado que este haya sido.
Miércoles. Tres de la tarde. Suena mi celular y veo número de mi padre. Cosa extraña. Atiendo. "Te quería avisar rápido para que te organices porque mamá está eferma, con fiebre, descompuesta, etc." Mamá era la encargada de retirar al niño el día jueves y quedarse con él toda la tarde, hasta la hora de música. Papá en general también participa pero después del laburo. Además, estando mi vieja así, alguien iba a tener que quedarse con ella.
Y ahora, ¿quién lo busca?, ¿quién se queda?. Mensajes variados a hermanas, sra. que lo cuida el resto de los días, clínica para ver si hay alguna posibilidad de cambiar el turno. Nada.
Voy sola a la eco, voy sola al obstetra. Total ya sabemos más o menos lo que nos va a decir. Esta eco todavía no se ve nada y bueno, alguien tiene que buscar a Vicente.
Obvio que este era el horario que peor me quedaba en toda la semana y que sólo lo saqué para que pudiéramos ir juntos.
Ya te dije yo. El segundo no es lo mismo.

Las dos rayitas

Lo habíamos pensado mucho y cuando nos decidimos y creímos que iba a ser rápido, como la vez anterior, la cosa tardó. Dos, tres, cinco, seis, siete meses. Esta vez tenía una percepción diferente y si bien suelo ser excesivamente cautelosa  e insegura, al segundo día de atraso ya estaba sospechando.
En realidad el que la tuvo clara desde el principio fue Vicente que hacía ya un mes que habia empezado con la historia de "yo quiero un hermanito que sea niño como mí", "hay que esperar a que el hermanito crezca en la panza" y "quiero un hermanito para ir a surpear a La Paloma".
Igual obviamente esperé. Pero pasada una semana y con inidicios por todos lados hicimos el evatest.
También esta vez fue diferente, me temblaba la mano mientras esperaba los cinco minutos, la segunda rayita era muy suave y estaba tan nerviosa que me di cuenta de que cada vuelta es distinta y nunca sabés cómo te va a pegar.
Abrazo, emoción y besos. Debates acerca de cuánto esperar para contarlo y la inevitable pregunta "¿será nena?".
Ahora, lo que inmediatamente se me hizo palpable y visible es de qué manera tan fuerte dos rayitas te pueden cambiar el foco.
Había estado durante todo el día obsesivamente preocupada por un tema de la escuela de Vicente, la maestra y etcs. Inlcuso había estado pensando que, al otro día en análisi,s iba a arrancar con ese tema, quería hacer consultas a ver cómo manejarlo y qué posición tomar. Y de repente, después de dos rayitas, el frente había cambiado. Ahora todo eran cálculos de fechas, turnos que tenía que pedir, hipótesis acerca de qué y cómo iba a ser. Y entendí muchas cosas. Entendí que esa intuición que venía teniendo de mi hipermirada de madre de hijo único (por más que Vicente tenga dos hermanos, está claro que mi mirada es de único) podía modificarse. Y entendí que eso podía ser muy sano. Percibí también que se puede amar profundamente a más de un hijo (confieso que era una de mis preocupaciones a la hora de pensar en un segundo hijo: "¿cómo voy a amar a otra persona tanto como lo amo a Vicente?) o al menos que las preocupaciones se multiplican, los pensamientos de distribuyen, el amor se reproduce y las dos rayitas pueden abrir inifnidad de frentes.
Eso sí, pasada la emoción inicial, volvieron de manera obsesiva la preocupación por la maestra, la escuela, los mocos, la tos, los caprichos, en fin....que madre hay una sola. Obsesiones...un montón.

martes, 2 de julio de 2013

A propósito de "antes de la medianoche" y los conflictos ensamblados

Fui ansiosa a ver "Antes de la medianoche". Me acordaba muy bien de las otras dos, y también de las situaciones en las que las había visto.
La primera, hace 18 años, entrando en los 20, enamorada, facultad de sociales, con novio compañero de la carrera y con sueños hippies de viajes por el mundo y encuentros locos. Por supuesto, salimos diciendo "viva el amor" y con la sensación arrolladora de toda la vida por delante.
La segunda, casi 10 años después, la ví recién separada de ese mismo novio, ya profesional, pensando qué rumbo tomar y cómo había llegado hasta ese lugar.
Me acuerdo del sabor amargo que me dejó la idea de dos vidas que hacen caminos paralelos y del "fue lindo mientras duró".
Ahora, otros 9 años después, volví a ver qué había sido de esta pareja. No había leído antes ninguna crítica, así que no sabía de qué iba. Ellos dos, juntos, con hijas mellizas de 7 años y un hijo de él, de 13, de su anterior matrimonio. O sea, pareja establecida, ensamblada, con hijos de él e hijas en común. Es decir, una situación muy similar a la que atravesamos nosotros dos, los que mirábamos desde las butacas.

Por supuesto que me pegaron escenas como la de Celine sacada haciendo reclamos de mujer, madre, trabajadora e incomprendida, o la de ellos dos caminando y charlando de la nada misma y pensando cuánto tiempo hacía que no hablaban de algo que no fuera horarios, obligaciones, hijos y escuelas.
Sin embargo y pensando un poco en este blog, creo que hubo algo acerca del ensamble que caló profundo. En realidad son aquellas cuestiones que tantas veces nos preguntamos las ensambladas con separados con hijos de relación anterior y que cada tanto vuelven a escena:

¿Se puede no sentir culpa cuando algunos aspectos de nuestra vida familiar no incluyen necesariamente a los hijos anteriores?
¿Es posible que ante las angustias y preocupaciones del padre por sus hijos anteriores o por cualquier cuestión relacionada con ellos, las mujeres no tengamos esa sensación rara de que algo tendremos que ver en eso?
¿Y hay algún modo de que decir todo esto no implique que los demás crean que esos hijos no nos importan o no son amados profundamente como parte de nuestra familia?

Probablemente un poquito de todo eso perdure por siempre. Otra parte se puede ir puliendo y suavizando con las experiencias que atravesemos. Y también, por supuesto, dependerá del vínculo que los padres de esos chicos tengan entre sí, del vínculo que nosotras, las mujeres ensambladas podamos ir construyendo con esos chicos, con el saber estar, pero saber retirarse a tiempo, con la relación que estimulemos entre los nuevos hijos, los "en común", con sus hermanos y con la vida misma: lo económico, los tiempos, los días, las formas de crianza, etc.

Es posible que una y otra vez, antes diferentes situaciones reflote la culpa, la duda, los porqué. Pero es probable, también, que algo parecido ocurra en las famlias no ensambladas, las "tradicionales", en las que las madres y padres se cuestionen muchas veces las decisiones en relación con sus hijos, los vínculos entre ellos, lo económico, los tiempos, las formas de crianza y todo lo demás.
 
Como dice Jesse casi al final de la película la vida que tenemos no es perfecta, pero es la vida real.  Tal vez, ya seamos tradicionales o ensamblados, solo se trate de eso. De atravesar, como podamos, la vida real.