viernes, 14 de marzo de 2014

Tratado de celos fraternales. Tomo I

Si algo vengo aprendiendo en estos últimos meses es cómo, la llegada de un nuevo integrante de la familia puede convertir al integrante-hijo anterior en la manifestación más acabada de un "celoso".
Según las definiciones científicas más básicas, sentir celos es parte de la naturaleza humana y los celos son una respuesta emocional que buscar proteger lo que se quiere. "Los humanos aprecian, quieren y aman sus pertenencias, sus puestos de trabajo, sus amigos, sus parejas, etc., y la idea de perder ese vínculo o tan solo peligrar su existencia, los martiriza con este horrible sentimiento".

Siempre recuerdo la explicación de la analista de una amiga que me resultó mucho más clara que cualquier tratado psicoanalítico:

"Imaginése que usted llega a su casa y allí está su marido sentado en el sillón de siempre, abrazando a su amante. Imagine que se la presenta y le dice que a partir de ese momento ella va a vivir con ustedes, que van a compartir la pieza, la ropa, la comida. Pero, agrega, que él a usted la va a seguir queriendo igual que siempre".
Algo más o menos así es lo que sienten los chicos cuando llega un hermanito.

De solo imaginar mi propia reacción frente a una situación semejante creo que los abrazos apretujadores, los pellizcos disimulados, los "te odio" y "quiero que se muera" de Vicente frente a su hermano, son casi amorosos.

Dice Paul-Laurent Assoun en Lecciones psicoanalíticas sobre los celos (http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-208286-2012-11-22.html), que "el que experimenta celos siente un nudo en el estómago, provocado por la lucha cuerpo a cuerpo con ese otro que se desdobla, frente a quien siente simultáneamente hostilidad y una dolorosa cercanía. Pero, además, el celoso detesta al otro, al supuesto detentador mediante engañifas de su objeto, al que le infligió la herida. De hecho, la cólera se encuentra en el centro del afecto celoso".

Y acá sí que nos queda todo más claro ¿no? De qué manera para un nene de 4 años el "otro-hermano" es quien le provocó la herida y es factible de ser odiado. Y también, por supuesto, el "objeto amado -que en este caso vengo a ser yo- termina por ser detestado".

Todo esto solo para introducir algunas de las acciones y hechos que conforman la primera parte de este tratado de celos fraternales:




- Todo niño/a de entre 2 y 5 años con control de esfínteres resuelto, comenzará -con la llegada de su hermano- a piyarse encima (puede ser de noche o de día) reclamando cambio de vestuario y de sábanas.

- Todo niño/niña a quien "le nace un hermano" producirá diferentes variables de enfermedades: alergias, broncoespasmos, fiebres, anginas y cualquiera de sus variables, durante las primeras semanas post nacimiento.
- Todo niño/a con hermano/a nuevo/a desarrollará estrategias de lo más variadas para "necesitar" de su madre en el exacto momento en que ella esté dando la teta, cambiando un pañal, bañando al crío menor o simplemente aprovechando los escasos momentos de sueño de la criatura para dormir.
- Si empezaron las clases, no querrá ir al colegio. Ni a la plaza, ni a la casa de los abuelos. Ni a ningún lugar que implique dejar a solas al usurpador y a su madre.
- También el niño desarrollará un instinto materno-asesino. Es decir, arrancará por un sentimiento de ternura que lo llevará a querer besar, tocar, abrazar al hermano menor y que en cuestión de segundos se convertirá en un profundo deseo de pellizcar, arañar, morder o pegar al nuevo niño.
- Dependiendo de las características del sujeto y de su histrionismo, podrá desarrollar una variedad de frases y actitudes dignas de telenovela de Andrea del Boca, del estilo: "es que acá nadie me quiere", "todos quieren a Salvador y no a mí", "me voy a buscar otra casa y otros padres" o "le das pelota a Salvador  y a mí no".
- O su variante más dramática y culpógena de llorar en la mitad de la noche al grito de "necesito ayuda" "necesito un abrazo".
En fin, seguro que el tratado puede extenderse como biblia. Lo importante es resistir y en los momentos de calma o después de contar hasta 100, entender que todos los dichos, hechos y acciones aquí mencionadas son nada más que estrategias del niño en "legítima defensa" frente a sus intereses lesionados.

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