jueves, 21 de febrero de 2013

Diario de Viaje 3- Escenas de la vida fraternal



Todos los que tenemos hermanos lo sabemos. Los hermanos se pelean, casi siempre. En este caso, a medida que el pequeño crece, aumenta también la proporción de celos, disputas y rivalidades con el del medio. 

La cosa fucniona más o menos así. Llegamos a la playa en el turno tarde. Sombrilla colocada, los niños se sacan velozmente las remeras que arrojan a la arena cuál streap tease y mientras los adultos intentamos acomodar las reposeras, ponerle protector a alguno o sacar el libro para leer un rato, arranca la primera batalla de la tarde.

Al: "papi me hacés una pista", de Vicente, le sigue indefectiblemente un "pero dejáme la pala a mí que necesito (sí, necesito) hacer un pozo" del hermano del medio. Y por supuesto, como del dicho al hecho, el trecho es más que corto, la disputa por la pala se convierte rápidamente en empujones, arenazos, tiradas de pelo. Después, intentos vanos de explicaciones por separado del estilo: "pero vos no ves que tiene tres años" o "y vos qué malo que no le prestas la pala a tu hermano, jueguen juntitos", hasta que posesa y decidida a hacer justicia por mano propia, entrego la pala a uno de los dos, según el caso, al grito de "y ahora cava profundo y no pares hasta llegar a Europa".

La misma situación puede iniciarse, por ejemplo, en la disputa por la pelota de fútbol, por el barrenador o por una galletita de chocolate.

Por supuesto cinco minutos después del caos y la pelea, los chicos juegan juntos como si nada. Y yo me siento en la reposera -todavía con la culpa del grito desorbitado- y agarro "El adversario", la novela de Carrére, esa en la que el protagonista mata a toda su familia.

Diario de Viaje 2- Días de playa


La cosa siguió dentro de lo más o menos esperable: hermosa playa, lindo tiempo, divina el agua. Eso sí, la odisea arrancaba cada mañana a la hora de partir: bolsito con protectores y toallas, sombrilla, reposeras, barrenador, paletas, balde-pala-rastrillo-molde, gorrito, sombrero y vincha, matera y un par de etc. más. 
La previa organización del equipaje intentaba cada mañana una equitativa distribución del peso según edades y responsabilidades. Por algún motivo desconocido al bajar a la arena, la criatura siempre necesitaba "upa" duplicando así MI carga inicial.
 
Algunas cosas he reafirmado en estos días playeros. A saber:

- Con niños pequeños, la cantidad de minutos que pasarás dentro del agua -río, mar, laguna- no importa su temperatura, duplicará o triplicará la cantidad de minutos que estuviste en el agua durante los últimos 20 años de tu vida.

- La caminata de ida y vuelta a la orilla y las agachadas y levantadas para hacer castillitos, con culo poceado y piernas flameantes, horrorizaría sin lugar a dudas al buzo tapaculos de tu adolescencia.

- Si en tu familia numerosa hay un adolescente -sea propio o fruto del ensamble- no esperes ni uno solo de los días, conseguir entrar al baño al llegar de la playa. Siempre, pero siempre, estará ocupado.

- Asimismo, la cantidad de veces por minuto que escucharás mamá, má, mami, Vale, Valeria (esto último, por supuesto, en el caso de que además de hijos propios tengas ensamblados) se elevará a la enésima potencia.

- También se elevarán de manera insospechada las amenazas del estilo: "es la última vez que venimos todos juntos" "la próxima una semana y listo" o "si se siguen peleando nadie come helado" y cantidad de falsos castigos que nunca llegarán a cumplirse.
De todas formas, la mayoría de las máximas propuestas anteriormente son válidas  -con algún cambio en las frases y en el paisaje- fuera del período vacacional o sea, los restantes 350 días del año.





Dario de Viaje 1. Avatares de traslados y otras yerbas



No hay vacaciones de familia numerosa sin algún enfermo. Como no podía ser de otra manera y siendo que él es siempre un adelantado, Vicente arrancó vomitando aún antes de subir al barco. Sí, sí. Justito después del preembarque y las migraciones y cuando ya el auto estaba en la bodega sin posibilidades de bajar a buscar ni una mísera remerita, el chico lanzó con ganas.


Hermosa y seductora imagen la mía: en bombacha lavando el pantalón bajo la canilla del baño y secándola en el secador de aire caliente.
Así empezamos...El oloroso episodio inicial tuvo su lado positivo: el vómito fue la antesala de una fiebre que dejó a la criatura en calmo nock out durante todo el viaje, el del barco y los siguientes 500 kilómetros hasta llegar a la playa.

Por suerte, los astros se alinearon y la que nos alquilaba la casa, además vecina, era médica. Dio un rápido diagnóstico de una infección en la piel (x eso los granitos y ampollas que habían aparecido durante el viaje) y receta de antibiótico. 1000 pesitos uruguayos - unos 500 mangos argentinos- nos ubicaron de lleno en nuestro destino. Las vacaciones habían empezado.